martes, 24 de febrero de 2015

Ls turistas tienen como un palo para enganchar el celular y sacarse fotos a sí misms. Estoy re sorprendido con el comportamiento del turistaje. En otro momento de mi vida me hubieran desagradado. Son una locura, no entiendo nada. Muy divertido.
¿Nunca fuiste turista? Me pregunta Nacho. No, la verdad que no, todo esto es nuevo.
Nacho me desafía a que durante el día de mañana haga reir a las chicas tres veces con distintas variaciones del mismo chiste sin que se den cuenta de que son variaciones del mismo chiste.
La verdad es que esto de la excursión está buenísimo. Somso Nacho, yo, dos chilenas y dos brasileras, todas muy agradables y divertidas y agraciadas, cuesta elegir una, y James, nuestro conductor, un boliviano con temperamento de acero, saliendo a capturar accidentes geográficos espectaculares en una 4x4. El salar no se puede creer. Escribo esto sentado en mi cama de plaza y media cómoda y con acolchado de buen gusto en un hotel todo construido de sal. Ya chupé la pared: es sal.
Una vez, en una ceremonia de ayahuasca, me estaba dando cuenta de que los que llevaba como problemas muy serios se resolvían muy pero muy fácil, de que no pasaba nada, de que en dos días de actuar ya me iba a haber sacado todo eso de encima. Y pensaba ¿qué onda si Kafka hubiera tomado ayahuasca? No habría ese Kafka.
Pero ahora no necesitamos más ese Kafka, ahora necesitamos un Kafka de la alegría y la libertad.
Bueno, nos vamos de excursión y nos vamos el 27. Después tenemos un día y pico para conocer algo más de Bolivia. ¿Cuánto tiempo llevará ir a la isla del sol? Dormí en un hotel comodísimo, cuatro horas y ya me siento genial.
El micro tardó una hora y media de más en llegar a una ciudad horrible y llovida. Me volví a encontrar con Nacho. En Uyuni la onda es una excursión de tres días en que te llevan a un montón de lugares. Toda la gente me dijo que es espectacular, pero Nacho me contó y no me tienta mucho. Un lugar con artesanías de sal. Cualquiera.
X me había contado de lugares paradisíacos con la mejor cocaína del mundo y mariposas gigantes. Lo de la laguna roja con flamencos lo dicen todos, eso debe ser lindo. Igual viajar con una excursión me la baja bastante.

jueves, 19 de febrero de 2015

Este viaje es peligrosísimo, el micro se tambalea de derecha a izquierda, se inclina bocha de grados al borde de la cornisa, da la sensación de que se va a caer todo el tiempo. Y es de (¡Quesooo!) noche y llueve. Yo confío, pero me cuesta entender que no se caigan micros todas las semanas, ojalá les paguen mucha plata a estos magníficos choferes.
Dije que iba a comprar todo, pero no pude cumplir. Ahora venden algo a lo que le dicen "queso". Hay de 15 y de 20, carísimo. Las mujeres bolivianas, todas, gritan ¡Trae quesoooooo! ¡Quesooooooo!
Me acaban de vender a 3 bolivianos (6 argentinos) una "hamburguesa". Un sánguche de una cosa muy finita sin gusto, del ancho de un fiambre, con lechuga, tomate y papas fritas adentro. Lo disfruté. Voy a comprar todo lo que me ofrezcan. (Menos gelatinas y los jugos esos con una fruta fea adentro).
Todos los gringos con el cuello estirado y ojos de huevo frito y los bolitas onda ¿qué les pasa a estos?
Es re peligroso este camino, que no llueva porfa.
Puta, cierto que estoy subiendo a 5000 metros.
¡Qué increíblemente lindo es Bolivia! Estoy en el micro se me cae la baba no sé para donde mirar no escribo más
Quiero decir que algo que influye en la reproducción de una especie vegetal es su atractivo para el hombre. El hombre es importante para que una especie crezca. Si nos gusta una especie vegetal, la hacemos crecer, la hecemos sobrevivir, es más fuerte. Trabajamos juntos.
Pasé unas horas en Villazón, una ciudad de frontera que primero me pareció agresiva, después salvaje y ahora curiosa. La gente parada grita y no les entiendo nada. Una mujer carga en una sábana enrollada un bebé al lomo, el bebé llora, ella lo insulta y lo sacude caminando apurada. Fui a baños públicos en galerías todas distintas, en la mayoría hay negocios apretados, en otras arcades ochentosos y pools, en otra un escenario con dos boxeadores que entrenan. Todo el mundo te quiere vender pollo al horno, en la calle, en el micro.
La crónica que más me gusta de Lemebel es una en la que camina de noche y lo persigue un chonguito con pinta de chorro. Cuando lo alcanza y lo está por afanar le escucha la voz y le dice tú eres el de la radio, te escuchábamos en la cárcel.
Es hermosa, está en De perlas y cicatrices. Lemebel es el último escritor popular, no se me ocurre uno vivo que ocupe ese puesto.
Si no hubiera escrito ese Manifiesto, su obra maestra, que me re cojió cuando tenía 16 años, todos seríamos más estúpidos.
Fue un escritor positivo, ni siquiera un escritor, fue una fuerza positiva en el mundo. Si fue bueno como escritor es porque fue bueno como persona primero, y siempre debería ser así. La escritura es el resto que un hombre va dejando. Siempre que un escritor me gusta me parece que es una buena persona.
Me acuerdo ahora de que anoche pensé en Burroughs, en un momento en que venía de un rato largo sin tener lenguaje. Me acordaba de esa teoría suya de que el lenguaje es un virus que viene de afuera del planeta. Me daba cuenta de que Burroughs estuvo en ese estado en que yo estaba, sin lenguaje y a punto de ser atacado de nuevo por el lenguaje. Y pensé que nunca fue, como escritor, de mis favoritos. Ningún libro suyo está en mi top 100. Pero él, como todos los que toman plantas, como todos los que están desesperados buscando verdades, y como todos los adictos inteligentes, es como un hermano para mí. Y por suerte su vida tuvo ese resto que fueron sus libritos, porque así lo conocí, y es hermoso conocer un hermano.
Lo tengo que decir: me gustan más las ceremonias que hago en Buenos Aires que la de anoche con el chamán shipibo, más original y autóctona.
Las de allá tienen humor, son descontracturadas, simples. Anoche nadie sonreía. Además las canciones son preciosas en castellano, tienen más vida, se arma una movida bien compartida, hay más gente aportando, cada uno viene con su cancioncita andina que aprendió con alguna tribu en algún viaje, hay mujeres que cantan muy muy bien, de golpe alguna saca algún mantra lindo que aprendió en una clase de yoga, hay cantates líricos y líricas. Puede pasar que un flaquito agarre la guitarra y se cante una canción horrible que lo querés matar, pero todo es parte del aprendizaje. En mi segunda ceremonia había un cantante de ópera que cantó una lieder de Schumann, fue increíble.
Se murió Lemebel. Nos vamos a tener que empezar a poner las pilas nosotros.
Me senté en una mesa en la feria de La Quiaca, con un montón de gente que me mira de reojo. Pedí un picante de pollo con sopa de maní y gaseosa. Me preguntan de qué color y digo negra. Me sirven un vaso de coca.
Con respecto a la escritura me acuerdo de dos pensamientos de anoche.
Uno es que lo que a mí me gusta no es escribir, sino transmitir placer, transmitir el placer que yo siento. Y que como tengo sensibilidad con el lenguaje, me toca escribir.
También me di cuenta de que a este cuaderno no es que lo voy a transcribir y listo. Voy a corregirlo, capaz puedo armar un librito que enganche.
La canción acá dice soy sol tero, yhagoloquequiero.
Todos piden empanadas de mondongo y dejan la masa.
El morochón de en frente me mira fijo y cuando levanto la vista de mi cuaderno desvía.

jueves, 12 de febrero de 2015

Prometo nunca más usar la frase "tipo común".
Me tienta decir que mi primera experiencia con un shipibo fue un poco decepcionante, pero como sé que la planta sigue trabajando de formas que nadie entiende no me quiero apurar.
La medicina estaba fuertísima porque Wilder, el chamán, venía ofreciéndola durante un viaje largo del que esta era la última parada, y lo que quedaba era el fondo, donde la preparación está más concentrada. El subidón fue mucho más rápido de lo que acostumbro (en Bs. As. te preparan para dentro de entre 40 y 60 minutos, acá nos dijeron entre 15 y 25 minutos), y muchísimo más intenso. La planta me arrolló al punto de hacerme desaparecer. No tenía cuerpo, pensamiento, sentimiento ni conciencia, era todo ayahuasca trabajando, purgando, limpiando malezas, inmensa. Siempre desconcierta, para nosotros que solamente entendemos la voluntad de los hombres y con mucha suerte algo de la de los animales, hacernos uno con la voluntad de una planta. Es extraordinarios lo débiles y maleables que somos cuando ellas toman las riendas, lo poca cosa, apenas un hombrecito queriendo ver lo gigante para mejorar. Mientras, ella nos usa como si fuéramos un escalón en el que apoyarse para seguir creciendo y llegar mejor al sol. Ella nos busca porque nos necesita: lo que me pregunto es a dónde quiere llegar, qué equivale al sol para esta forma de vegetación que precisa de la conciencia humana para completarse. Y en estado de qué es que se completa, qué es esa cosa que somos ella y yo cuando todas mis certezas se extinguen y no somos ni un humano ni una planta. El primer subidón es como si ella estuviera demostrándome ese poder frente al cual no existo, hasta que el único recurso para no desesperar es entregarse, dejar de oponer resistencia, aceptar que soy ínfimo y que ella es buena, aunque a veces tenga rostros terroríficos. Después, su movimiento es el de la serpiente, zigzagueante, ondulante, el efecto viene y va, jugando con los cantos del chamán, con mi cuerpo y con mi conciencia, oxigenando para volver, jugando a dejarme pensar o reaccionar para que sea diferente la próxima enseñanza. Es muy juguetona, esa bestia, y hace lo que quiere. En los momentos en que el efecto se atenúa uno se da cuenta de que no le quedó nada, de que no hay gestos, ropas, nada prescindible, salvo el blanco, el silencio. Y cuando volvemos de la nada, de la destrucción total, ¿cual será el primer aspecto de la vida que aparezca?, ¿cual será el rostro de persona amada que antes venga?, ¿pensaremos en el trabajo, en un amigo, en un familiar, en una mujer, en algo que nos gusta hacer, en una palabra, en un verso, en una melodía? Ahí nos enteramos de qué es lo esencial para nosotros, de qué es lo que verdaderamente amamos. Primero son visiones y sonidos que nos limpian de todo, pero eso decrece, y hay que prestar atención a lo primero que viene, porque así nos enteramos de lo que somos de verdad. Anoche me di cuenta de que tengo que contarle a mi viejo que desde hace un tiempo siento un instinto paterno bastante fuerte, capaz que ganas de tener hijos. Es ridículo y apurado visto con los ojos de todos los días, porque antes debería conocer a alguien, enamorarme, pasarla bien, jugar, pero tengo ese impulso en mi cuerpo que estaría bueno compartir con mi papá. Son muchas las charlas que me debo con él, y la planta siempre me lo marca y me cuesta mucho darle bola. Una de las primeras veces que tomé yo hacía poco que me había separado de Mari, de una relación que empezó a mis 19 y terminó a mis 27 años, y entendí que recién en ese momento podía entender la depresión de mi papá cuando se separó de mi vieja, y que se lo tenía que demostrar, preguntarle, porque yo era muy chico y no entendía nada, decirle que lo perdono y darle un abrazo. Si yo hubiera tenido hijos en el momento de mi separación tampoco hubiera podido cuidarlos del todo bien. Hay que darle bola a la abuelita ayahuasca y realizar todas esas cuestiones.
Ese es un ejemplo, y no voy a escribir todas las cuestiones en que la planta me ayudó, todos los conflictos de los que la planta me liberó. Empecé a tomar hace 7 u 8 meses, este es recién el principio de un camino largo, pero ya soy un hombre mejor, más libre, más compasivo, que disfruta mucho más del contacto con los otros, con lo otro.
No todo es tan denso, igual. Anoche se me ocurrió que tengo que hacer un estudio sociotipológico de las mujeres multiorgásmicas en relación con las que tienen un solo orgasmo o ninguno. Creo que las primeras son una masa pero que son más tendientes al suicidio y la depresión si no aprenden a controlar bien sus energías. Las segundas son medio lloroncitas, histéricas y rompebolas, pero es lindo cuidarlas.
También, como el chamán nos dijo que a veces uno visualiza cual es su animal de poder, pensé que ojalá que el mío no sea la vaca, y me pareció muy gracioso y no podía parar de reirme y todos estaban muy serios y yo no podía parar de reirme en voz alta.
Decía que fue decepcionante porque fue una ceremonia mucho más corta que las que acostumbro, con una sola toma, que se terminó rápido y no me dio tantas cosas como otras veces. Con menos canciones, cantadas casi solamente por el chamán y encima en shipibo, que no se entiende nada, sin interacción con los demás. Se pasó el efecto y chau, a pensar un rato largo y a dormir. Un garrón. Y hoy, el día siguiente, no está todo tan brillante y fantástico y fácil como las otras veces, que me sentía el dueño del mundo. Pero ella sigue trabajando, así que vamos a ver.
Me di cuenta que ese darnos lo que necesitamos de la planta es una especie de negociación: ella, en ese estado, se quiere reproducir, se quiere propagar, así que tiene que hacernos bien. Como nosotros la elegimos, ella nos elige; para propagarse, como cualquier especie. Por poner un ejemplo más cercano para más gente: la planta de marihuana se reproduce por la polinización del macho sobre la hembra, que produce semillas que generan otras plantas. Pero si no hay machos, ese cogollo es tan rico que los humanos vamos a provocar la reproducción de la especie, porque la necesitamos. Que para fumarla tengamos que matarla solamente es importante para nuestro esquema de pensamiento basado en individuos. Pero dar importancia al individuo diferenciado de la especie es una ridiculez: cojer es lindo porque es importante propagar la especie. Los humanos tampoco funcionamos individualmente, aunque creamos que sí o aunque hagamos todo para funcionar individualmente.
Siguen apareciendo pedacitos de la ceremonia en mi cabeza, porque son muchas cosas que ocurrieron al mismo tiempo y armar la narración a posteriori lleva rato. Pero no voy a escribir más. Voy a usar mis superpoderes nuevos. Voy a hacer quilombo en alguna ciudad en la que la gente quiera quilombo.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Truenos. Calveyra. ¿A cual de los dos ríos atendió el caminante?, ¿cual de los dos ríos conversó con el mar?, ¿cual es el virtual y cual el río de la mente?, ¿vacilante el canto por una falla de la imaginación?
No sé si es el viento o mi memoria llena de pedazos de poemas.
Hombre a quien mirar llover vuelve silencio.
Después de Viel no podemos decir nunca más verde claro.
Ya pagué y "en media hora nos vemos". Salí a sentarme arriba de un cerro a mirar el bambolearse de unas pináceas demasiado flacas y altas. No hay tantísimo viento acá arriba pero parece que en el valle de las pináceas sí, no paran de sacudirse, de dar vueltas, de bailar, de dibujar en el aire su verde claro. No sé si soy yo o si es la vida.
Vi de lejos al peruano. Un tipo común.
Los chicos que hablan atrás mío no sé si dicen comer o Rohmer.
Encontré el lugar de la ceremonia. No fue fácil, porque me decían enfrente de la plaza y acá le dicen plaza a un cosito con cuatro árboles. Qué porteño soy. Hay una nube inmensa, gris, redonda, arriba mío, pero no llueve, y en todos sus costados el cielo más azul que vi en mi vida con estas nubecitas masticables, blanquísimas.
En mi última ceremonia llovió.
Durante la ceremonia no voy a escribir. Mañana sí.
A cada rato me echan de la biblioteca porque está cerrando (cierra a las 13 y a las 18).
Me leí los primeros capítulos de una novela de Zola que no conoce nadie (pueblo chico, dos familias que se odian, jovencito pobre de una seduciendo a jovencita rica de la otra, muy placentera) y varias cosas de Fray Mocho (¡qué titán!). Hay unas obras completas. Lo que menos me gusta es lo único que había leído antes, los textitos para Caras y caretas.
En los pies hay veintemil terminales nerviosas, por eso es tan relajante lavárselos con agua fría. Lo que nunca me animo a hundir son las bolas.
Vi una parejita juntando ramas y me mató. Hay que viajar siempre con una chica. ¿Con quién viajaré la próxima vez? ¿Tendrá ganas de ir al sur a escalar montañas y hacer deportes extremos?
Mónica, que es la india vieja matriarca, y las chicas, están preparando el lugar de la ceremonia. Yo me vine a bañar al río. Medio que me agarró la fobia y siento que les caigo mal a todas, que les molesta que se sume un hombre, etcétera. Además me parece una paja eso que hacen de prolongar tanto la previa. Estas chicas están muy ansiosas, no hablan de otra cosa. No hay nada peor que las expectativas. Mejor el agüita fresca que pasa.
Ya hundí los pies, no me puedo cambiar y poner el traje de baño porque allá hay una parejita y no se va. Capaz les muestre mi trasero, qué importa.
Son las 15:30, estamos esperando al peruano. Llegaba a esta hora y vemos si la ceremonia se hace en Yavi o en otro pueblito cerca, Santa Catalina. No tengo ansiedad, apenas un nerviecito lindo.
Estar solo es estar con todas mis ex.
Me doy cuenta de que las noches que pasamos con X no fueron tan lindas como hubieran podido ser por una conciencia de parte mía de que enamorarnos sería un garrón.
Si siguen habiendo posibilidades voy a tener menos miedo.
Qué lindo es leer a Idea Vilariño. Los amores no pueden archivarse, meter en un cajón, enfriar: van a acumularse acá en el lomo, cada uno va a transformar a los anteriores, todos van a seguir latiendo y, cada tanto, cuando lo necesite, cualquiera va a poder estar salvándome. Anoche lloraba y pensaba ¡ya pasó un año y medio, basta!, pero ahora me acuerdo de esa charlita linda que tuve con Magda, cuando le dije me doy cuenta de que no es que va doliendo cada vez menos hasta que desaparezca, sino que se va transformando. Magda me dijo sí, y dentro de veinte años vas a tener, mientras cruzás la calle, una percepción rara que te haga sentir con ella, y te vas a quebrar.
Es dificil aguantar, pensar una vida entera con esta cantidad de sentimientos y pensamientos. Pero los sentimientos y pensamientos entran, al fondo hay lugar diría un colectivero, y si uno es inteligente y sabe usarlos a su favor puede volverse muy poderoso y muy lindo.
Quise escribir pero estoy tirado contra una piedra, no da.
Qué hermoso que es estar al pedo tirado acá.
Abrí el cuaderno abajo del sol y me encandiló. Me comí alta lata de sardinas con pancito. Que no se enteren los shipibos, pero yo creo que es bueno llegar con un poco de calorías a la ceremonia. Son las 11 de la mañana, el resto del día ayuno completo.
Creo que estoy más cerca del concepto de pachamama que del de Dios. Que la cosa está acá, parte de acá, y si la hacemos elevarse, mejor. Que el paraíso y el infierno están en la tierra y durante la vida, no antes ni después, y que cada uno los construye en conjunto con el resto.
El otro concepto de Dios entiendo que va por el lado de que son las ideas o las formas las que bajan a la tierra generando una "creación". Los conceptos divinos son una creación de los terrestres, y no al revés.
(No creo, como Nietzsche, que el hombre haya creado a Dios a su imagen y semejanza. Acá el hombre no tiene nada que ver, es un espectador que hace lo mejor que puede para pasarla bien).
La japonesa se está vistiendo a un metro y medio mío, mientras leo a Kafka. Usa todas esas ropas ridículas de las japonesas.
Primera noche que duermo bien en Yavi, justo la anterior a la noche de la ceremonia. El único problema que tuve fue una polución nocturna, y es bueno guardar toda la energía seminal para la medicina. Pero fue poco. Fue un sueño re chanchito re lindo.
Voy a desayunar pan con atún y el resto del día alguna fruta, o nada. Voy a leer a la biblioteca del museo. Voy a mirar el río y los cerros un buen rato.
Primera vez que quiero un kindle: leer de noche en habitación compartida el día que se me rompió la linterna.
Recital de música andina. Un hombre, una mujer y un nene de 3 años que sigue el ritmo muy bien pero no entiende que durante las canciones no se puede hablar.
El hombre habla mucho de la pacha. A la mujer la conoció hace dos horas. Ella canta precioso. El niño es de acá.

"No quiere llover,
sale una nube y se vuelve a poner"

"La pachamama cantando
y las cholitas bailando"

"El cóndor con el jilguero
el fiero puma con el manso cordero
en el coro cantarán"

"¿Dónde se ha metido mi negra
cargada con su guagüita, bailando?"

"Al final todo termina siendo como una música"

"Los pájaros, los cerros, los esfuerzos de la gente,
la tristeza también es amor"

"Es tu esencia y es semilla,
se hace vida con el sol y en la pachamama florece"

"Qué bonita sale la luna"

"La flor que me gusta la corto y me voy, solo le faltan los ojos, me voy, me voy, para ayudarme a llorar, la flor que me gusta la corto y me voy, no sé cuando volveré, no sientas pena"
A veces pienso que soy tímido, a veces que soy fóbico. La posta es que me gusta mucho estar solo y que la energía de las personas me llega muy fuerte.
¿Hasta donde puede entrar, a pie, un hombre, en una isla desierta? Hasta la mitad, porque después empieza a salir.
Hoy es el día 7 de los 14 de viaje.
En la cama de Nacho ahora hay una japonesa. Primera desilusión para el lector: nada linda. Segunda desilusión para el escritor: estuvo tres días en Uyuni y recién el tercero pudo ver el salar, debido a las condiciones climáticas de enero. Iba, pero con la lluvia quedaba feo, o algo así, la ponja tenía 20 palabras en total, no se le entendía nada.
Me fui con la linterna, bajé hasta el río y me acobaché en lo más oscuro. Lloré, etcétera. (Estoy metabolizando bocha). Escuchaba y el río y los árboles y no veía ni un cachito de cielo, todo tapado por sombras gigantes que de día son cerros. Cuando quise arrancar, apreté el botoncito y, mierda, la linterna no prendió. Estuvo complicado volver.
No quiero volver nunca más a donde están las personas.
Estoy escribiendo de noche, sin verme la letra, cerca del arroyo.
Es casi de noche y en el mirador hay unos hippies con guitarras, garrón. Me camina al lado desde hace rato una perra con las tetas re caídas. No quiere caricias, solamente quiere caminar cerca mío.

martes, 10 de febrero de 2015

Estoy sentado en una piedra, en un valle entre cuatro cerros. Atardece, la luz menguando me hace sentir enorme. Como hay pastizales creí que era un buen lugar para hacer yoga, pero son pastos durísimos y largos. Me pongo a leer un mail impreso de una amiga y me emociono. En cada cerro la luz cumple una ceremonia diferente. De golpe se me acercan cuatro caballos. Un tordillo, dos gateados (uno mucho más oscuro que el otro) y un cebruno. Primero viene el gateado claro, a estudiarme. Le sonrío, pero carraspeo la garganta y se asusta y se aleja. Le hablo, lo tranquilizo, y al rato se vuelve a acercar. Se me para a dos metros y me mira. Al rato vienen los otros tres caballos. Me da risa la cara con que me miran, me río, me rodean. Les hablo un rato, les cuento mis cosas. Se van. Corretean por ahí, juegan, comen, compartimos el potrero.
Me dan ganas de contarle a mi amiga el lugar donde leí su mail.
Te curás una lastimadura y aparecen otras nuevas.
Cuando estoy solo estoy con X.
Sentarse a mirar y no pensar, no leer, no interpretar.
En estos lugares no hay texto: como mucho una palabrita por acá o por allá. Eso hace que mi cabeza se relaje.
Cuando leo algo que me pone intensamente triste creo que tengo dos opciones: una es jugar con esa tristeza, mirarla como desde distintos lugares, escribirla o contarla, capitalizarla, intentar convertirla en otra cosa.
La segunda es quedarme quieto y hacerme uno con ella. Dejarla ahí, actuar con ella como actúa la montaña con la nube que pasa. Hacer silencio y dejarla hacerme lo que quiera, vaciarme de mi energía propia y mirar. Siento que así mi ego no se interpone, no hay voluntad, y lo que esa tristeza genere (porque toda energía genera energía si uno hace lo que tiene que hacer para que no se disipe) es impredecible, y la metabolización es lenta, dolorosa, difícil. Pero con el tiempo uno se vuelve mejor. Y sufre el dolor cada vez menos.
A veces soy un adicto a las emociones y me la paso jugando con ellas. A veces me las tomo en serio, y no sé bien qué pasa, pero lo siento más productivo, a la larga.
Cada cosita que sale de X me hace lloriquear. Le leo dos palabras y ya estoy en un estado que me da vergüenza que entre alguien al cuarto del hostal.
Me voy a duchar y después un rato a la biblioteca del museo.
Volví a Yavi en una combi con un grupo de jovencitos. Me gusta ser el que no habla: solamente rechazaba galletitas y aceptaba agua.
Ellos, como mucha gente que me crucé, apenas pisan un pueblo lo abandonan. Hoy, Yavi era el cuarto pueblo que conocían.
Yo me cuelgo unos días en todos lados, y todos los lugares me van gustando más cuando va pasando el rato.
En Villazón había unos gorros lindísimos, y yo ya me había comprado este gorro feo en La Quiaca.
Nos despedimos con Nacho en Villazón y volví para La Quiaca.
Lo que más voy a extrañar son las nubes. Casi que te charlan.
Mientras me despertaba Nacho dijo tengo tu diagnóstico, no estás apunado, estás insolado. Era obvio, pasa que nunca me insolé, creía que es algo que no existe o que solamente les pasa a los demás.
Estamos en La Quiaca, acompaño a Nacho hasta Bolivia y vuelvo.
Me compré un gorro. Como soy cabezón, es enorme. Me siento Tom Sawyer. Le escapo al sol como si fuera La Mancha Voraz.
Que tonto: ayer, como me daban chuchos de frío, me tiraba al sol.
Las estrellas, saliendo del pueblo, son tremendas. Hay más estrellas que cielo.
A leer hasta dormirme.
Estuve sintiendo que este lugar me odia, por lo mal que estuvo mi cuerpo desde que llegué. Anoche casi no dormí, de la cagadera y el frío. La cara se me cae a pedazos de tan seca que tengo la piel, los labios están como cuando me pasaba cuatro días sin dormir a fuerza de falopa. El dolor en la parte izquierda de la cabeza es constante desde hace tres días, una tortura. Me la paso tosiendo.
Lo paradójico es que Yavi es uno de los lugares más lindos que vi en mi vida. Es parecido a lo que me pasaba con X: la chica más linda del mundo y en el sexo la cosa no funcionaba.
La ceremonia de ayahuasca, en un lugar como este, puede ser una experiencia impresionantemente hermosa. O impresionantemente horrible, si no me hago amigo del lugar en las próximas 48 horas.
Ahora me pongo a escribir cada vez que quedo solo, estoy pasando bastante tiempo concreto escribiendo. Y escribo cosas pavas, anecdóticas, lo que demuestra que el trabajo de escritura más importante no es el de mientras se está escribiendo.
El dolor de cabeza es una tortura. No puedo pensar, no puedo hablar, no puedo mirar a la gente a la cara. Que sea todos los días cansa mucho. Espero que dejar de tomar alcohol ayude aunque sea un poco. Estoy a pan y agua.
Mañana Nacho se va. Lo voy a acompañar hasta Villazón y volver. No sé si en este viaje llegaré hasta Uyuni, una pena, pero la ayahuasca es más importantes.
Estuve solo 10 minutos y empecé a extrañar a X.
Siento que no dejé de tener resaca desde la primera noche, en Purmamarca, con el rastafari triste.
Hay que viajar con mujeres.

lunes, 9 de febrero de 2015

La anécdota: mi viaje original era a Perú, a la selva, a tomar ayahuasca a la selva con el maestro shipibo del tipo con el que hice todas las ceremonias que hice. Pero no me dieron los tiempos. Entonces encaré Bolivia, para recorrer pero también para tomar con una chamana boliviana que me recomendaron. Pero se nota que la buena mujer no usa mucho facebook, y no pude coordinar.
Anoche, borracho, jugando al ajedrez, escuché en la mesa de atrás, estaba todo oscuro y éramos pocas personas despiertas en todo el pueblo, esa conversación en la que comentaban la llegada de un shipibo a Yavi, a ofrecer ayahuasca. Me anoté, bastante intruso, y me quedo acá. Es increíble que funcione así, que la planta se expanda, en ese plano para nosotros metafísico, tan como se ocupan de expandirse las plantas en el plano que vemos todos los días, el físico.
Llegó un auto.
Me voy a ver los cóndores de Nacho.
Se arregló mi otra lapicera.
Anoche, como si de eso no se hablara, se le acabó la tinta a la lapicera.
Ya estoy haciendo la dieta: hoy, solamente frutas y agua.
Caminamos 4Km. hasta Yavi chico (estoy acá). Casi ningún ser humano, una mujer ciega y gritona solamente, que nos atendió en el único negocio abierto, donde quisimos comprar un agua. Fue imposible la comunicación, así que salimos y la dejamos, pobre vieja ciega, gritando sola. Ahora Nacho está mirando por los binoculares (dice que hay cóndores) y yo sentadito al sol, deseando empezar a sentirme bien.
Un pajarito picotea el carozo de la manzana que me acabo de comer.

Acaba de pasar algo grandioso. Son las tres de la mañana. Estábamos con Nacho jugando al ajedrez, medio borrachos, y escuché a las chicas de atrás (la única gente que supongo despierta
(Antes me interrumpí porque me hablaron).
Estoy re apagado, no me sale charlar. Una mezcla de altura, sensación de enfermedad y mímesis con la gente del lugar me baja tres cambios, me hace hablar estando muy en cada palabra y no en las próximas, como acostumbro. Y no pasa nada, las próximas vienen igual. Pero
A diferencia de otros viajes, ahora no estoy haciendo ningún plan para la vuelta. Me acuerdo de que en el primer viaje que hicimos al sur con Mari salió hacer Casa Trueno (el nombre apareció después, en el comedor de esa casa en la calle Tronador. Se le ocurrió a Mari y me gustó. Era imposible elegir el nombre de eso que queríamos hacer).
Nochecita en el Quetsal. Dormimos un par de horas y salimos. Paracetamol y coca, el combo de todos los días. Me pedí una milanesa a la napolitana, tenía un huevo a la plancha arriba. Tocan dos guitarristas, bastante lindo. Atiende una morochita que es un bombón. Conocimos unos franceses re copados y acá trabaja J, una amiga de Cata divina. Acá hay una concentración de chicas lindas superior a la de casi cualquier parte. Yo, más apunado que la mierda. Hoy pregunté si cuando me vaya de la altura, cuando vuelva a Buenos Aires, me voy a sentir Súperman. Me dijeron que sí. Uno de los franceses, cuando era jovencito, fue a Bolivia. Volvió a Francia y les ganó a todos en una carrera de atletismo, él que era el menos deportivo de todos.
Hoy casi no escribí, no daba. Llegamos a Yavi, un lugar increíble. Geografía menos hitera pero más linda. Casas bajas, de adobe, entre cerros rocosos, que de lejos tienen texturas que no vas a terminar de disfrutar nunca. El lugar, antes de la revolución de 1810, pertenecía a un Marqués, uno de los terratenientes más grosos del país. En su casa hay un museo muy interesante para ubicar este lugar en sus distintos momentos históricos, con una buena biblioteca de libros antiguos y otros más o menos nuevos. La iglesia es al estilo barroco peruano, fue construida en 1690 y es preciosa.
Escribo aburrido porque estoy muy muy cansado de una caminata hasta una cascada con algunas pinturas rupestres. Me siento enfermo. La altura es terrible, estoy siempre con el corazón a full, sin aire, con la piel seca. Da la sensación de que el lugar odia al hombre blanco.
En el micro rumbo a La Quiaca.
Le hablé demasiado a Nacho de G. ¿Tanto me gusta?
No hay problema, compadre, no se sienta culpable por cómo se mueve ni por los ruidos que hace a esta hora de la noche. Yo tampoco puedo dormir, y le voy a contar porqué.
X, en su mail, me dijo una de las cosas más lindas que me dijeron en la vida: que lo que le gusta de mí es que, como ella, tengo las tristezas más profundas posibles, pero que con eso me las arreglo para generar belleza, que ella solamente se queda quieta y triste y yo no. Cómo sabe hacerme sentir bien, esa chica.
Hoy, en el micro, mientras cerraba los ojos, tuve un tipo de imaginaciones que no había tenido nunca. Un tipo de imágenes (curvas, caras) que nunca había visto.
Nacho dice que es una histérica. Yo digo que le gusta gustar, pero también cojer. Mañana arrancamos tempranito para Yavi.
Nos quedamos sentados en una plaza porque había una discusión: dos chicas "judías laicas" contra cinco chicos de escuela católica, discutían sobre Dios sin desarrollar ninguna idea. Pensábamos intervenir hasta que se paró la judía principal y no nos gustó.
Ese es su novio? - No -
Habla como una mujer sola.
Dimos vueltas por Maimará, un pueblito que es una depresión, casi sin hablar. Es difícil decir frases con más de diez palabras, uno se queda sin aire.
Subimos a la ruta y el colectivo, que puede tardar una hora y media en llegar, pasó en seguida y nos paró con tan solo un estiramiento del brazo derecho. Qué poder.
Estoy muerto de sueño y el colectivo es muy incómodo.
Tengo un cansancio muy antiguo, ancestral, que me calienta la piel y me saca las ganas de respirar. Me duelen todas las articulaciones pero en el fondo, una especie de gripe rara, no muscular, ni siquiera física, más como del aire. Pero no puedo dormir ahora, porque el próximo pueblo es Maimará.

El cementerio es grande, lindo, está en una barranca. En pocas tumbas hay textos (me encantan los textos de las tumbas) y en ninguna figuraban las fechas de nacimiento y muerte. En muchas había una foto del difunto, retratos. Le conté a Nacho que antes me encantaba pasear por los cementerior de Buenos Aires, y que dejé de hacerlo en Recoleta después del entierro de mi abuelo, y en Chacarita después del de Dione. Mi hermano dice que no deberían existir los cementerios, que en ese espacio mejor poner un lindo parque. A mí me gusta, cada tanto, ir a pararme adelante de las tumbas de mis dos muertos, hablarles, ver qué siento. 
No tengo miedo de, en esta segunda parte del viaje, la compartida, achatar mi sensibilidad. Mi cuerpo, solo, genera muchas sensibilidades muy distintas, y los días son largos.
Es muy hermosa la forma de hablar de la gente de acá. Pero creo que en cualquier lugar cualquier hombre, con trabajo, puede llegar a tener esa tranquilidad y esa pureza.
Fue un viaje muy agradable con un conductor muy agraciado, sabio, buen guía, indio, laburante. El apunamiento fue fuerte, nunca había sentido algo así. Ahora estamos en un micro yendo a Maimará, donde hay un cementerio que quiero conocer. ¡Anoche canté una canción en público! No me acordaba. Amándote, de Jaime Roos. Buena canción para mi funeral. Pero odio cómo canta Roos. La llegada de Nacho es un re cambio de sintonía. Compartir todo con otra persona hace que uno tenga que poner la energía en cosas superficiales. O que piense menos. La fiestita de anoche estuvo bárbara, es bueno que la energía fluya con otros humanos.
Esa es una de las enseñanzas de las ceremonias de ayahuasca. Uno está en lo más profundo de su ser, y al mismo tiempo se está compartiendo a los demás, que también están en lo más profundo. A veces, si no cantás, nadie canta, y falta una voz. Hay que hacerse cargo de esa responsabilidad.
Es importante el contexto ceremonial. Estoy muy contento de ser alguien que entiende la fuerza, la belleza y la necesidad de las ceremonias, sobre todo en contextos sagrados. A veces, cuando todos cantan, siento que mi voz no existe.
Estoy en el kilómetro 1786.

Nos quedamos hasta las 5 con la banda de folklore y unas personas más. A Nacho le gustaba una tucumana, a mí las canciones. Probé una droga nueva, bah, no sé si es una droga, fue re lindo.
Viajar con otra persona es diferente. Hay que coordinar todo, hacer cuentas, tomar decisiones. Escribo menos, porque hablo. Ahora vamos a un lugar que se llama Hornocal. Ahora vamos a comer un sánguche de milanesa. Ya lo comimos, estuvo buenísimo, ahora estamos en una camioneta yendo al Hornocal, sale $100 y es una montaña de muchos colores a 4200 metros. Estamos hablando con el conductor de que con la altura no se te pasa la resaca. Me gustaría ir a la casa de Vilca, que ahora es un museo. "Soy feliz con lo poco y con lo mucho", dice el conductor.
Le leí a Nacho sin vergüenza unos poemas de Idea Vilariño. Qué pasión. Se entiende con los años.
Escribo.
Pienso.
Leo.
Dónde estás.
Dónde estás.
Hablé con más personas esta noche que en todo el año (es 20 de enero). Sería una pelotudez tratar de escribir toda la noche. Hay como un polvito negro que es una masa. Quiero 60 para llevarme a Buenos Aires.
Apenas llegué a Humahuaca vi que en un bar toca la misma bandita de folklore de anoche en Tilcara. Estuve contento todo el día. Empezaba 21:30. Me encontraba con Nacho a las 21. No apareció y se me hizo tarde para ver la bandita porque no hay mesa disponible y me quedé afuera de todo.

Entré, me senté en una mesa con una parejita y una cerveza. ¿En qué andará Nacho? Él se va a enojar porque yo no tengo celular y yo me enojo porque él no cumple su palabra. Ya pagué su habitación. Va a aparecer.
Las mismas canciones de anoche en un lugar mucho más frío. Gente grande y cheta. Parece que después corren las mesas y se arma baile.

Nacho juega con un perro mientras cantan "qué linda borracherita, Rosaura". Siempre sale todo bien.

sábado, 7 de febrero de 2015

Tengo que mirar y mirar desde acá arriba antes de que la hora me empiece a ocultar el abajo ese que me convierte como un hombre que se convierte en silencio. Saber que después voy a estar entre cuatro paredes asusta. Los perros lo torean a Dios de tan visible.
(Escribí eso y vino un perro! se me acercó, le hice una sola caricia en el lomo y se fue).
Mientras baje va a ir desapareciendo todo, primero lo de lejos, volviéndose negro, después lo de cerca, y va a empezar a hacer frío. La nube empapa al hombre que baja, hombre ya mitad nube, no, mejor no, mejor hombre todo de carne y hueso en el medio de una nube.
Como el pueblo era medio aburrido otra vez entré a caminar y otra vez me subí a una montaña. En esta la subida fue más abrupta, onda trepando trepando y de golpe había subido como 100 metros. Me agarró un vértigo y una presión que se me salía el corazón para afuera así que abusé de la coca. El paisaje, con el pueblito tan lejos allá abajo, es increíble. Estoy pensando en cuatro mujeres. Una se suicidó. De otra tengo que alejarme, porque conmigo se lastima. Otra se transformó en mi mejor amiga, en mi angel de la guarda. Con otra, no sé si como amigos o como pareja, es todo futuro, todo incógnita, todo misterio, todo silencio y movimiento de cuerpos y miradas. Una hormiga se lleva un frutito colorado brillante casi tan grande como ella, a los tumbos. Ojalá cuando llegue toda su gente le sepa agradecer, está haciendo un esfuerzo muy grande.
Voy a leer a Calveyra acá arriba, unos pedazos del Eleusis que me imprimí en un cyber.
Yo estoy al sol, pero adelante y atrás hay tormentas fieras. Ya pasé por una de esas lloviznitas que aprendí que son estar adentro de una nube.
Humahuaca es más grande, más pueblo, más estructurado. Espero encontrar algún lindo lugar donde tomar vino y escuchar música a la noche. El sol pega fuerte. Estuve caminando con Daniel, un coya un poco más jóven que yo, que vende artesanías y dice que es guía turístico, "tienes suerte, ió soy guía turístico", "esta es la piel del mestizo, mira qué color", y me mostraba su brazo y yo me miraba el mío, bastante quemado por el sol, y nos daba risa. Me recomendó un lugar barato para dormir, que es el mismo que más me había gustado cuando paseaba con mi mochilota. No dice Hostal sino Hogar y hay que golpear la puerta de madera vieja. Parece vacío, solamente Eliseo, un mestizo de 17 o 18 años atendiéndolo. Estoy sentado en la plaza. Acá las chicas son muy coquetas. Como todos los días, en el cielo hay un millón de colores: para un lado tormenta, para otro nubes blancas, para otro despejado, de otro una neblina que puede ser una lluviecita. Lo que más me impresiona de todo es el cielo.

jueves, 5 de febrero de 2015

Cuando uno se imagina un diálogo del futuro, primero piensa sus líneas fundamentales, esas cosas que es necesario que se digan: cómo viajaste, busquemos un lugar donde dormir y dejar las mochilas, comamos, algún juicio sobre las chicas del lugar, sondeo de las drogas que porta el interlocutor. Esas líneas van a determinar la estructura del diálogo, y a partir de ahí podemos imaginar las líneas más accesorias: chistes, ingeniosidades, demostraciones de cariño, juicios sobre las chicas del lugar, algún comentario sobre el libro que se está leyendo.
También puedo intercambiar unas por otras: considerar fundamentales a las líneas accesorias, haciéndolas determinar la estructura de la conversación. O, como sucede después en la vida real, no hacer distinciones de valor a priori, que la cosa fluya.
El rastafari tímido pensaba recorrer toda Bolivia entre ahora y marzo, tocando música (reggae) para juntar plata. Estaba cagado de miedo, pero qué miedo lindo.
Micro de las 13:50 Tilcara-Humahuaca. Todo el piso cubierto de mochilotas como la mía. Chicas que hablan de alguien con cara de nene y voz gruesa. Empanadas calentitas tres por diez pesos. Acá son todos porteños, creo, salvo el hombre de al lado mío. Me voy a encontrar con Nacho, que vino en avión. Va a ser raro.
No hay plenitud sin comprensión del dolor. Y no hay comprensión del dolor desde la racionalización, ni desde el sentimentalismo, ni desde los intentos de no sentir más dolor. Todo eso solamente disipa las energías alejándonos de la comprensión. Son el silencio y la desnudez lo que nos puede dejar quietos adelante del dolor, experimentando su verdadera naturaleza para poder estar un poco más cerca de nuestra verdadera naturaleza, y mejorar.
Si no, como mucho, uno puede liberarse de alguna clase específica de dolor, de algún dolor puntual que nos resulta particularmente insoportable, pero no vamos a avanzar muy profundo.
La memoria es solamente una cosa mecánica, como lo demuestran las computadoras.
Uno tiene miedo no a lo desconocido, sino a perder lo conocido.
Recorrí un poco la ciudad, abajo de la lluvia. Volví. Me metí en mi cuarto (seis camas más, pero estoy solo) y voy a tratar de dormir. Casi nunca me acuesto sin sueño. Quiero levantarme temprano, ir a la garganta del diablo, y después a Humahuaca, donde me encuentro con Nacho.
Empezó a llover y nos mudamos para adentro. Sentaditos en el piso. Estas canciones andinas no dan más.

"Qué linda borracherita, Rosaura"

"Mañana cuando te vayas, palomita, por estas calles que ya no tienen vuelta, mañana me has de matar, jujeñita"

"Prendido a mi corazón va mi verso, con el que yo te robé el primer beso"

"Así queman las historias de mi tierra"

"Me quedé sin a quien darle"

"Conociendo cuando has de llorar"

"Abajo de una estrella he perdido el alma"

"Humahuaca, dame tu encanto"

(casi todas son instrumentales)

"La otra noche no te vi volver"

"Después de vos no hay nada
y el puñal de la mañana"

"Yo no sé si es amor
o la pasión que da el escabio"

Misachico de cangrejales!!! Piel de gallina.

"Jujeños somos en la alegría, Faustina, jujeños somos en las tristezas"

"Por los campos y las quebradas oigo tu canto, oigo tu llanto, Faustina"

"Entre mi gente me acostumbré a gritar. Sencillas son mis coplas, sencillo mi cantar"

"Hay un silencio en mí: el sol de la paciencia, para poder seguir"

"Mujer de antigua raza, ay, dame tu calor"
Estoy sentado en una banqueta adelante de una botella de vino de damajuana. Soy el único que está solo y callado, es lindo. No tengo ganas de conocer gente, tampoco chicas. Hasta recién estuve tirado en la hamaca paraguaya mirando los relámpagos. Casi todos comen pizzas, tienen una pinta bárbara. Yo me pedí una hamburguesota porque es lo que viene con más verduras y siento que no como una verdura desde hace siglos.
Hablando de tiempo: acá los días tienen 48 horas, uno se queda mirándolos embobado como una vaca.
Las únicas dos chicas lindas creo que son novias.
Hoy casi no coqueé. La cabeza se me agranda y se me vuelve a achicar. Como casi cualquier sensación, puede ser lindo. Se camina como se camina en un sueño. En mis otros viajes me acostumbré a usar la musculatura: cargar peso, caminar distancias largas y en subida, escalar, trabajar. Pero acá no se puede hacer nada de eso, te quedás sin aire antes. Ahora que lo pienso, en el sur se ven cuerpos mucho más fuertes que en el norte. Con toda esta comida tan zarpada y todo este vino malo voy a volver a Buenos Aires panzoncito y feliz.
No se me ocurre la manera en que yo pueda enamorarme de nuevo. Claro, qué resistencia cobarde: enamorarme de nuevo sería alejarme un poco más de Mari.
Va a tocar una banda de folklore.
Esto no puede ser más hermoso.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Caminé solo, por la montaña, subiendo, unos cuatro o cinco kilómetros. Durante toda la primera parte del trayecto me acompañó, o yo acompañé a, una lluvia muy delicada, de gotas chicas, frías, constantes. Tuve frío y mis zapatillas no son buenas: en un momento hice una curva, rodeando la montaña, se abrió el paisaje y tuve miedo, no, miedo no, pero me daba cuenta de que lo que estaba haciendo era peligroso, fue vértigo, un vértigo de una intensidad que no había sentido nunca, reforzado por lo impresionante del paisaje, por la neblinita que me decía que estoy adentro de una nube de lluvia, por los colores del cielo, de los cielos, que se hacían uno con la montaña. Me paralicé, de verdad no podía moverme, agarrado de una piedra con las rodillas dobladas y mirando para adelante, y no sabía si correspondía moverme. Un resbalón y si me caía me moría. Pero seguí caminando, con el miedo y todo, y estuvo bien, porque a la siguiente vuelta a esas rocas inmensas encontré una planta hermosa, marrón oscura con florcitas azules perladas por la lluvia.
Fue el primer momento del viaje en que me sentí absolutamente contento, encontrando lo que vine a buscar. Pero ahora me invade una sensación de inquietud, una disconformidad por no poder alcanzar realmente toda esa belleza, por no poder hacerme realmente uno con lo que percibo.
Para eso el zazen, para eso la ayahuasca, para eso hacer silencio, vaciarme de energías superfluas. Creo que un día lo voy a alcanzar, y que ese día voy a estar, desde mucho tiempo y muchas experiencias atrás, del todo despreocupado por esta cuestión, y ni me voy a dar cuenta.
Nunca se puede sentir algo como esto adentro de una casa.
Así debería ser una casa, como esta piedra que brilla abajo del sol, hoy que llovió.
Estuve todo el día buscando una palabra, y no la puedo encontrar. Parece una pavada, pero solamente yo sé la falta que me hace. Una palabra, una palabra, me sacaría este hueco de adentro, esta sensación de incompletud, me salvaría, no la encuentro.
Vi de lejos un animal, onda un zorrito o algo así, corriendo para arriba de la montaña, rapidísimo. Le di miedo.
Estoy muy alto y tengo miedo. Llovió, gotas chicas, frías, constantes. Hay un pajarito negro de pico azul y una planta marrón con flores azules, está todo perlado por la lluvia. Me da miedo que la montaña se caiga, ¿se puede caer la montaña? Nunca tuve este vértigo.
Qué soy, porqué duele, porqué escribo.
Porqué busco sin saber qué busco.
Porqué no me siento completo.
Una voz pide un indio de piedra mientras reta a sus hijos. Estamos en el Pucará.
Una pregunta yendo y viniendo, conociendo diferentes paisajes, merma, parece que flota. Sus vocales se expanden como hombres menos estúpidas que los hombres.
Los hombres y las mujeres se despiden. Se miran con gesto de pregunta y sus gestos se alejan y ellos se despiden. Primero hacen como si se despidieran cuando el gesto de uno se pone adelante del gesto del otro, pero la despedida real es mientras caminan cada uno hacia un lugar diferente. Entonces se sienten solos porque sus cuerpos están bien solos. Pero no están del todo solos, sus espíritus, en comunión, alejándose, despidiéndose, sienten lo mismo: que van a estar solos.
Las cuatro de la tarde. Me subí a una montaña y les pregunté a los cascotes qué soy y porqué duele. Pero acá ya no hay cascotes, no hay sol, no hay nada, tampoco estoy yo. Está mi pregunta, que siente que se afianza cuando tartamudea.
Hay una pareja de viejitos, atrás mío. La mujer le eligió al hombre un pollo a la plancha, "eso te va a caer bien", y vino que no esté frío, "porque le hace mal a la garganta", explicó al mozo. Deben tener más de 90 años, él casi no habla, ella lo mira enamorada.
La puta, esto sí es un locro. Y cuando se te acaba la salsita picante nadie te mira como si fueras un monstruo: ¡te traen más!
Hoy vi todo. Seguir escribiendo es muy pelotudo.
Es un polvito que te hará feliz,
que con su magia borrará el dolor.

Polisemia, endecasílabos, impecable.
Hace un año pensaba viajar solo. Justo empecé a pegar mucha onda con D (que se suicidó hace dos meses) y decidimos viajar juntos. A punto de salir, se nos sumó C (que estuvo cinco días en coma por un lío de drogas en que yo la induje, hace 8 meses). Éramos un trío, fue hermoso.
Pensaba viajar solo, plan viaje espiritual, y viajé con dos rubias hermosas, plan máximo disfrute. Ahora quiero viajar acompañado, pero estoy solo. La vida te da lo que te tiene que dar, el de los deseos erróneos soy yo.
No la pasé bien, hoy. No sé si fue la muerte de Calveyra telepáticamente, la nube, no poder interiorizar el paisaje. Digiriéndolo estaba.
Todo esto último lo escribo en EL boliche de Tilcara. Estamos bailoteando. Va a tocar una banda, Yugular. Gran nombre. Las chicas no son lindas. ¿Acá venderán drogas? Las chicas lindas son feas. Estoy panzón. La cumbia fea es magnífica.
No puedo creer que todos esos escritores que amo que tuvieron diarios ponían la fecha de cada cosa. Altos logis.
Tuve bocha de escalofríos hoy, de tanta belleza que miraba. Ahora, por la ventana del boliche, veo el tronco humedísimo de un arbol.
No da vivir borracho.
Todos sonrien. ¿Me acuerdo de cuando tenía 17 e iba a boliches solo? Una vez quise encarar a la chica más linda. Le dije "sos la chica más linda". Levantó su pulgar y me miró con cara de pena. Tenía un vestido increíble y guantes casi hasta el codo. Me vuelven loco los guantes.
Es raro y lindo ser el único solo.

Se murió Calveyra.
Fue como estar en una nube, mucho día. Puro hamaca paraguaya y vino.
No entiendo bien qué vine a hacer.

Me quiero subir a las montañas.

Estoy yendo a Tilcara.

La dulzura de las mujeres me tiene re contento.

Borracho no aprendo nada.

Esa chica se merece tener orejas de conejo y rabo de conejo.
Estoy enamorado de demasiadas personas, tengo que achicar.
Ahora panza arriba en la plaza de la chica linda, a digerir el locro y bajar la birra antes de seguir hasta Tilcara.

martes, 3 de febrero de 2015

Me bajé en Purmamarca porque se me ocurrió que tan tarde en Tilcara no iba a encontrar hospedaje. Llovía: pregunté en cinco lugares, hasta que encontré una cama. Es un pueblito entre varias montañas, de casas bajas, un bombón. Demasiado lindo. Salí a buscar comida y me encontré con el "rastafari con cara triste" que viajó en micro conmigo y, como yo, no hablaba con nadie. Es músico, alcohólico y tímido. Imposible no congeniar: su hermano se murió de cirrosis y él siguió tomando. Tiene porro, yo no traje. Anduvimos de bar en bar, lo que no es mucho decir porque acá hay dos o tres bares. Se enloquecía con cualquier chica que le tiraba media onda. Tomamos muchísimo, bailamos con la gente, de golpe me sentí demasiado borracho, tiré una bomba de humo y huí. Hoy me desperté y en mi cuarto había una chica linda recién duchada, peinándose. Tenía un fernet casi vacío a los pies de su cama. Nos hicimos unas bromas con complicidad de borrachos, mi resaca era bestial. Me duché, me lavé los dientes, salí y miré las montañas, que son buenas para la resaca. Son más bestias que yo, que cualquiera. La única chica bien bien bien linda del pueblo estaba cociendo pulseritas al lado de una llama. Nos sonreimos. La dulzura de las mujeres de acá me tiene re contento. Entré en un restaurante careta y pedí un locro y una cerveza. El locro no es el mejor que comí, pero su salsita picante es rosa y es picante de verdad. ¿Será siempre así, el locro acá? No tiene mucha carne y menos grasa, los porotos y el maíz están enteros y duros. Igual le eché toda la salsita, que está increíble. Cada vez está más rico. Extraño a Mari. Le gustaba mucho verme comer. Siempre que como me pongo contento, pero ahora me puse triste. Este lugar está lleno de franceses. Forros. Quiero aguantar sin cojer dos o tres días para que me den muchas ganas. Estoy viendo pasar chicas lindas. Chicas lindas, picante y cerveza. Borracho no aprendo nada. Qué tristeza de mierda.
Un nene vidente guía a dos adultos ciegos, por esta calle llenísima de gente y puestos de venta de cosas de todo tipo. A cada uno lo lleva de una mano. ¿Serán los papás? Creo que un hijo siempre es una guía, pero esto es una exageración. ¿Ese chico será tan sabio como para aprender lo que se puede aprender de una infancia así? No, Manu, no, Manu, nadie es tan sabio, no pienses gilada, este pibe vive un infierno. Como el de todos, pero exagerado.
San Salvador no es una ciudad linda. Salgo para Tilcara en una hora. Recorrí, me entretengo mirando a las personas. La tranquilidad les hace la cara impenetrable. El cielo está gris, cada tanto caen dos o tres gotas de lluvia. Pasan una especie de cumbia, el estribillo dice llorar, llorar, llorar. La cerveza barata es más sabrosa que la que se toma en Buenos Aires. Me gusta estar solo.
Voy a llegar a Tilcara a las 11 de la noche. Voy a buscar habitación, seguramente compartida. Voy a poner de excusa que estoy muy cansado, para no tener que hablar. Me voy a emborrachar solo, de frente a algún paisaje lindo. Voy a tratar de escribir algo, otra cosa que no sea esto. La cerveza y la coca me están dando ganas de bailar esta música fea.

El último trayecto en micro lo hice charlando con un boliviano sin dientes y con mucho olor a coca. Tiene una carnicería en Villa Luro y me dio buenos consejos para la vuelta a Buenos Aires desde Bolivia.
El hombre gordo fue el primero en bajarse del micro. Con Iara nos reimos de todo. Me faltan dos horas.
Acabo de conocer al primero de los que espero sean muchos magníficos vendedores ambulantes de la zona. Le compré tres empanadas de cayote a $10 y contó un chiste protagonizado por una vaca que quiere ir de fiesta y un toro sin dinero que planean hacer, pícaramente, una vaquita.
Tengo una amiga nueva. Se llama Iara y tiene 3 años. Sabe contar hasta diez en castellano y en inglés, aunque a veces se saltea el nine.
- Mamá, ¿viste los caballitos bebés?
- Sí.
- Yo también.
Ya no tengo hora porque no tengo más celular. El hombre gordo me mira adentro de la mochila y me dice "esa es la mejor sabiduría que puede tener un hombre". Al principio pienso que habla de la botella de agua, pero habla de los libros. Por mi cara se da cuenta de que no estoy de acuerdo, e insiste. Insiste, insiste: los libros son la mejor sabiduría que puede tener un hombre, dice. Le pregunto porqué entonces él no tiene ningún libro, si piensa eso. El paisaje se empieza a convertir en algo que no vi nunca, se me sale el corazón para afuera. Estamos a 1400Km. de Buenos Aires. Los chicos se exaltan y exageran y yo me siento más como ellos que como sus papás.
- Cuando lees se te abre la cabeza.
- A mí se me abre más la cabeza mirando esos cerros.
(Obvio que no le digo lo que pienso, pero ya estoy entretenido con hacerle la contra).
Otro parador. Fui al baño y miré moscas que comían cuacarachas durante un rato. Todos hablan con todos menos yo, un europeo viejo y un rastafari con cara triste. Dicen que ahora van a poner una película. Faltan seis o siete horas.
Capaz si compartiera el humor de esas personas hablaría tanto como el hombre gordo. "Cada uno nace para algo", acaba de decir. (Se refería a los gendarmes). No sé si habla conmigo o si habla solo.
Acabo de terminar un libro de John Waters, buenísimo. Sigo con Ford Madox Ford. Me gustaría dormir.
El micro paró en una estación de servicio. Bajé, me estiré, miré el cielo negro. Compré latas de cerveza, pensando que quedan 15 o 16 horas de viaje. El hombre gordo se torna difícil: como yo no le paso cabida ahora habla con la gente del asiento de atrás. Estoy pensando en alguien. En un momento el micro, por algún motivo, dio toda la vuelta a la estación de servicio y yo lo perseguí caminando atrás. Un monstruo. Iba lento. Quise imaginarme cómo sería que me atropeye un micro que avanza tan lento, y pude. Cuando pude, me di cuenta de que puedo escribir otra vez. X siempre quiere entender todo. Lee un poema y dice no sé si lo entiendo. ¿Cuándo entendimos algo? Vos no entendés esa manzana, te la comés y está rica o no. Pero le gusta mucho Porchia, tanto que creo que siente algo así como entenderlo. A mí siempre me pasó eso con Kafka, Chejov y Stendhal.
Cuando tengo miedo es cuando me tengo confianza. Ahora no es exactamente miedo, pero palabra no hay. Me estoy peleando con un hombre gordo por el asiento de la ventanilla. Es la primera vez que hago un viaje largo solo. Ahora que lo pienso, siempre viajé con mujeres.
Gané el asiento de la ventana, pero el hombre gordo no para de hablar. Espero que se calle cuando saque un libro.
Apenas me vio me dijo "al lado tuyo". Me pregunta "¿te gusta escribir o sos escritor?" mientras escribo sobre él. Todavía estamos en Once.