Una vez, en una ceremonia de ayahuasca, me estaba dando cuenta de que los que llevaba como problemas muy serios se resolvían muy pero muy fácil, de que no pasaba nada, de que en dos días de actuar ya me iba a haber sacado todo eso de encima. Y pensaba ¿qué onda si Kafka hubiera tomado ayahuasca? No habría ese Kafka.
Pero ahora no necesitamos más ese Kafka, ahora necesitamos un Kafka de la alegría y la libertad.
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