Volví a Yavi en una combi con un grupo de jovencitos. Me gusta ser el que no habla: solamente rechazaba galletitas y aceptaba agua.
Ellos, como mucha gente que me crucé, apenas pisan un pueblo lo abandonan. Hoy, Yavi era el cuarto pueblo que conocían.
Yo me cuelgo unos días en todos lados, y todos los lugares me van gustando más cuando va pasando el rato.
En Villazón había unos gorros lindísimos, y yo ya me había comprado este gorro feo en La Quiaca.
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