jueves, 12 de febrero de 2015

Prometo nunca más usar la frase "tipo común".
Me tienta decir que mi primera experiencia con un shipibo fue un poco decepcionante, pero como sé que la planta sigue trabajando de formas que nadie entiende no me quiero apurar.
La medicina estaba fuertísima porque Wilder, el chamán, venía ofreciéndola durante un viaje largo del que esta era la última parada, y lo que quedaba era el fondo, donde la preparación está más concentrada. El subidón fue mucho más rápido de lo que acostumbro (en Bs. As. te preparan para dentro de entre 40 y 60 minutos, acá nos dijeron entre 15 y 25 minutos), y muchísimo más intenso. La planta me arrolló al punto de hacerme desaparecer. No tenía cuerpo, pensamiento, sentimiento ni conciencia, era todo ayahuasca trabajando, purgando, limpiando malezas, inmensa. Siempre desconcierta, para nosotros que solamente entendemos la voluntad de los hombres y con mucha suerte algo de la de los animales, hacernos uno con la voluntad de una planta. Es extraordinarios lo débiles y maleables que somos cuando ellas toman las riendas, lo poca cosa, apenas un hombrecito queriendo ver lo gigante para mejorar. Mientras, ella nos usa como si fuéramos un escalón en el que apoyarse para seguir creciendo y llegar mejor al sol. Ella nos busca porque nos necesita: lo que me pregunto es a dónde quiere llegar, qué equivale al sol para esta forma de vegetación que precisa de la conciencia humana para completarse. Y en estado de qué es que se completa, qué es esa cosa que somos ella y yo cuando todas mis certezas se extinguen y no somos ni un humano ni una planta. El primer subidón es como si ella estuviera demostrándome ese poder frente al cual no existo, hasta que el único recurso para no desesperar es entregarse, dejar de oponer resistencia, aceptar que soy ínfimo y que ella es buena, aunque a veces tenga rostros terroríficos. Después, su movimiento es el de la serpiente, zigzagueante, ondulante, el efecto viene y va, jugando con los cantos del chamán, con mi cuerpo y con mi conciencia, oxigenando para volver, jugando a dejarme pensar o reaccionar para que sea diferente la próxima enseñanza. Es muy juguetona, esa bestia, y hace lo que quiere. En los momentos en que el efecto se atenúa uno se da cuenta de que no le quedó nada, de que no hay gestos, ropas, nada prescindible, salvo el blanco, el silencio. Y cuando volvemos de la nada, de la destrucción total, ¿cual será el primer aspecto de la vida que aparezca?, ¿cual será el rostro de persona amada que antes venga?, ¿pensaremos en el trabajo, en un amigo, en un familiar, en una mujer, en algo que nos gusta hacer, en una palabra, en un verso, en una melodía? Ahí nos enteramos de qué es lo esencial para nosotros, de qué es lo que verdaderamente amamos. Primero son visiones y sonidos que nos limpian de todo, pero eso decrece, y hay que prestar atención a lo primero que viene, porque así nos enteramos de lo que somos de verdad. Anoche me di cuenta de que tengo que contarle a mi viejo que desde hace un tiempo siento un instinto paterno bastante fuerte, capaz que ganas de tener hijos. Es ridículo y apurado visto con los ojos de todos los días, porque antes debería conocer a alguien, enamorarme, pasarla bien, jugar, pero tengo ese impulso en mi cuerpo que estaría bueno compartir con mi papá. Son muchas las charlas que me debo con él, y la planta siempre me lo marca y me cuesta mucho darle bola. Una de las primeras veces que tomé yo hacía poco que me había separado de Mari, de una relación que empezó a mis 19 y terminó a mis 27 años, y entendí que recién en ese momento podía entender la depresión de mi papá cuando se separó de mi vieja, y que se lo tenía que demostrar, preguntarle, porque yo era muy chico y no entendía nada, decirle que lo perdono y darle un abrazo. Si yo hubiera tenido hijos en el momento de mi separación tampoco hubiera podido cuidarlos del todo bien. Hay que darle bola a la abuelita ayahuasca y realizar todas esas cuestiones.
Ese es un ejemplo, y no voy a escribir todas las cuestiones en que la planta me ayudó, todos los conflictos de los que la planta me liberó. Empecé a tomar hace 7 u 8 meses, este es recién el principio de un camino largo, pero ya soy un hombre mejor, más libre, más compasivo, que disfruta mucho más del contacto con los otros, con lo otro.
No todo es tan denso, igual. Anoche se me ocurrió que tengo que hacer un estudio sociotipológico de las mujeres multiorgásmicas en relación con las que tienen un solo orgasmo o ninguno. Creo que las primeras son una masa pero que son más tendientes al suicidio y la depresión si no aprenden a controlar bien sus energías. Las segundas son medio lloroncitas, histéricas y rompebolas, pero es lindo cuidarlas.
También, como el chamán nos dijo que a veces uno visualiza cual es su animal de poder, pensé que ojalá que el mío no sea la vaca, y me pareció muy gracioso y no podía parar de reirme y todos estaban muy serios y yo no podía parar de reirme en voz alta.
Decía que fue decepcionante porque fue una ceremonia mucho más corta que las que acostumbro, con una sola toma, que se terminó rápido y no me dio tantas cosas como otras veces. Con menos canciones, cantadas casi solamente por el chamán y encima en shipibo, que no se entiende nada, sin interacción con los demás. Se pasó el efecto y chau, a pensar un rato largo y a dormir. Un garrón. Y hoy, el día siguiente, no está todo tan brillante y fantástico y fácil como las otras veces, que me sentía el dueño del mundo. Pero ella sigue trabajando, así que vamos a ver.
Me di cuenta que ese darnos lo que necesitamos de la planta es una especie de negociación: ella, en ese estado, se quiere reproducir, se quiere propagar, así que tiene que hacernos bien. Como nosotros la elegimos, ella nos elige; para propagarse, como cualquier especie. Por poner un ejemplo más cercano para más gente: la planta de marihuana se reproduce por la polinización del macho sobre la hembra, que produce semillas que generan otras plantas. Pero si no hay machos, ese cogollo es tan rico que los humanos vamos a provocar la reproducción de la especie, porque la necesitamos. Que para fumarla tengamos que matarla solamente es importante para nuestro esquema de pensamiento basado en individuos. Pero dar importancia al individuo diferenciado de la especie es una ridiculez: cojer es lindo porque es importante propagar la especie. Los humanos tampoco funcionamos individualmente, aunque creamos que sí o aunque hagamos todo para funcionar individualmente.
Siguen apareciendo pedacitos de la ceremonia en mi cabeza, porque son muchas cosas que ocurrieron al mismo tiempo y armar la narración a posteriori lleva rato. Pero no voy a escribir más. Voy a usar mis superpoderes nuevos. Voy a hacer quilombo en alguna ciudad en la que la gente quiera quilombo.

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