jueves, 19 de febrero de 2015

Pasé unas horas en Villazón, una ciudad de frontera que primero me pareció agresiva, después salvaje y ahora curiosa. La gente parada grita y no les entiendo nada. Una mujer carga en una sábana enrollada un bebé al lomo, el bebé llora, ella lo insulta y lo sacude caminando apurada. Fui a baños públicos en galerías todas distintas, en la mayoría hay negocios apretados, en otras arcades ochentosos y pools, en otra un escenario con dos boxeadores que entrenan. Todo el mundo te quiere vender pollo al horno, en la calle, en el micro.

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