lunes, 9 de febrero de 2015

Fue un viaje muy agradable con un conductor muy agraciado, sabio, buen guía, indio, laburante. El apunamiento fue fuerte, nunca había sentido algo así. Ahora estamos en un micro yendo a Maimará, donde hay un cementerio que quiero conocer. ¡Anoche canté una canción en público! No me acordaba. Amándote, de Jaime Roos. Buena canción para mi funeral. Pero odio cómo canta Roos. La llegada de Nacho es un re cambio de sintonía. Compartir todo con otra persona hace que uno tenga que poner la energía en cosas superficiales. O que piense menos. La fiestita de anoche estuvo bárbara, es bueno que la energía fluya con otros humanos.
Esa es una de las enseñanzas de las ceremonias de ayahuasca. Uno está en lo más profundo de su ser, y al mismo tiempo se está compartiendo a los demás, que también están en lo más profundo. A veces, si no cantás, nadie canta, y falta una voz. Hay que hacerse cargo de esa responsabilidad.
Es importante el contexto ceremonial. Estoy muy contento de ser alguien que entiende la fuerza, la belleza y la necesidad de las ceremonias, sobre todo en contextos sagrados. A veces, cuando todos cantan, siento que mi voz no existe.
Estoy en el kilómetro 1786.

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